El panorama escultórico en la península al comenzar el siglo será
desolador. La mayoría de los artistas seguirán anclados en viejas recetas y
apenas se difunden los avances en escultura que artistas de la vanguardia, como
Picasso o Julio González, están alcanzando en París. Las Exposiciones
Nacionales serán en parte culpables del escaso desarrollo, al apoyar durante
años un arte caduco, sin apenas relación con lo que sucedía en la plástica
internacional. “Los Salones de Exposiciones Nacionales se llenaban de auténticos
monumentos al mal gusto, de faunos, ninfas, Penélopes y Viriatos. Veníamos
bebiendo de las fuentes de la imaginería, de un neoclasicismo ramplón y de un
romanticismo prácticamente inexistente”. (Alix 1985: 29) “Fueron la tapadera
angélica que ocultaba todas las quiebras del arte español y cerraba el paso a
todo posible arrebato creativo dispuesto a saltar, sobre el corpus de nuestro
pobre arte” (De Castro 1987:5). Muchos escultores que apostaron por la
innovación tuvieron que marchar a París, o en el peor de los casos, dejar su
pueblo o ciudad e ir a Barcelona o Madrid, principales centros de desarrollo
artístico en la península. Si Madrid, recoge las propuestas más tradicionales
apoyándose en la vertiente de Bourdelle, Barcelona, será la que desarrolle el Modernismo
y la escultura mediterránea heredera de Maillol. Las escultoras que quieran
viajar tendrán el problema más acentuado por los condicionantes sociales. Un
pasaporte seguro será estar vinculada familiarmente con un artista, siendo
común encontrar escultoras casadas con uno de ellos. Comenzará una nueva etapa
para la escultura figurativa, alejada de los cauces puramente académicos. Entre
los ejemplos femeninos destacados dentro de la escultura mediterránea está
María Pérez-Peix, escultora que firmará con el seudónimo de Telur y Eulalia
Fábregas, calificada por algunos críticos como la continuadora de José Clará.
La escultura mediterránea va a promover una simplificación y limpieza formal
que supone el triunfo de la forma llena y equilibrada, del volumen y del fuerte
modelado. Una escultura rústica, terrenal, donde se valora la masa, tomando el
desnudo femenino como centro de investigación. Fue Maillol, quien la puso en
marcha, en oposición a Rodin. “Las divergencias del siglo XX arrancan de la
contraposición entre Maillol y Rodin, base de un tenso diálogo de las formas”.
(Hofmann 1960:35). En 1931, tras proclamarse la 2ª República y publicar un
manifiesto en La Tierra, se aprecia un realismo próximo al expresionismo
centroeuropeo que compromete al artista con la realidad, lo obligan a
comunicarse y alejarse de la belleza sin más. Estas características son
apreciadas en las esculturas realizadas por Marga Gil Roësset ese año.
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